jueves, 31 de agosto de 2017

    

Hola amigos soy JANDA YA¡Fresca como una ola, soy sincera, soy limpia, soy todo ocio, os invito a recorrer mis paginas digitales y descubrir los tesoros que en ellas guardo. No tengo prejuicio ni desperdicios. DISFRUTA ESTA INFORMACION.
La Janda
La Costa del más allá o la del más acá
Cuando paseamos por las playas o las alturas de la Sierra de la Plata, el Cerro de San Cristóbal o Vejer, lo hacemos por uno de los lugares más significativo de la historia del  ser humano. Encrucijada de civilizaciones antiquísimas.

¿O no sería que uno de aquellos primeros homínidos o pre-sapiens, como quieran, que llegaron al norte de África y  viendo “ La costa del más allá” y movido por la curiosidad, que es el timbre que despierta a la voluntad y atormentado por interrogaciones que no podía solventar se dijo “Una vez perdido al río”…bueno en este caso al estrecho y se embarcó en lo primero que flotara? Pues resultaría que fue por aquí por donde pulularon los primeros europeos.

Balcón de Tartessos al Atlántico, pingües beneficios sacaron de ello griegos y fenicios, cerrojo de los cartagineses, oráculo de César y cuna de la rebelión de Sertorius contra Roma. Hasta los godos y no digamos los musulmanes habitaron nuestra costa. Pero siguió siendo “La costa del más allá” la que daba salida al embudo del Estrecho donde empezaba lo desconocido, lo no sabido, lo imprevisto.

Más tarde nuestra  “Costa del más allá” se convirtió en símbolo de la añoranza. Desde los acantilados del Cabo Espartel se la miraba o mejor dicho se oteaba la costa del paraíso perdido y por lo tanto más deseado. La costa de Al Andalus o la de Sefarad, según los ojos que la contemplara.

No fue hasta que al genovés se le ocurriera descubrir tierras allende los mares cuando nuestra “costa del más allá se convirtiera en la del más acá”. La del retorno deseado para algunos, menos para otros  y en el mejor de los casos como vuelta a los orígenes. Lo primero que veían los descendientes de aquellos sureños mediterráneos que habían partido para labrarse una vida mejor; desde la cubierta de los barcos, eran las alturas de nuestra costa y tomaban en sus brazos a sus hijos les decían “Mira Larissa, Vladimir, Paola o Dimitri aquello que ves allí es Europa, la tierra de los abuelos”.

Por eso cuando paseamos por nuestra playas y nuestros campos y se nos viene a la memoria todas estas cosas sentimos el gusanillo de encontrarnos en un lugar tan privilegiado, no sólo por su valor intrínsico sino también por el valor que ha tenido (y tiene ) en la historia del hombre.
Redacción: Guillermo Rotllán, Historiado
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